jueves, 25 de diciembre de 2014

Capullo De Esperanza: Hace seis años

¡Hola nuevamente, tributos!
Aquí estoy nuevamente, comenzando la historia desde cero, cambiando nombres y agregando ciertos detalles, espero que este cambio les guste...si es que queda alguien aquí.
Hoy les traigo una especie de prólogo, esperando subir el jueves o viernes de la próxima semana el primer capítulo.
Quisiera pedirle una sola cosa, que comenten, para saber si quieren que la continúe o ya han perdido el interés y nadie piensa leer, y si es así, que sugieran ideas para un nuevo fic, porque, de verdad quisiera continuar con este blog que tan lindos recuerdos mes trae.
No los hago esperar, aquí les dejo con lo sucedido seis años antes del inicio de la historia.
Besos, panes quemados ¡Y mucho chocolate!




Némesis

La palabra lujoso era un eufemismo si se utilizaba para describir el aerodeslizador en que yo viajaba. Era de un tamaño considerable, sobre todo si se hablada de uno de aquellos medios de transporte, poseía cuatro salitas, si es que podían llamarse así, una de ellas, a la que se prohibía la entrada, era donde el piloto y su segundo al mando dirigían el vehículo aéreo. Las otras tres eran para el gozo de los viajeros, la primera, llena de sofás y camas, donde se descansaba y socializaba, la segunda era básicamente un comedor, siempre repleto de manjares, y la tercera, oh, la tercera era mi favorita. Era una habitación hecha completamente de vidrio, que te permitía observar los distritos a medida que viajabas.
En esos momentos, yo me encontraba en la tercera, observando cómo los árboles frutales del distrito once pasaban a ser un espeso bosque, que ocultaba mil y un misterios, es decir, que pasábamos al territorio del doce, pero donde los habitantes no tenías permitido aventurarse. Así pasaron alrededor de quince minutos, hasta que, antes de poder percatarme, estábamos aterrizando en la plaza del distrito minero. Pude notar como mis labios se curvaban en una sonrisa y no tardé en salir disparada, despidiéndome de los hombres de mi abuelo, el Presidente Snow, que tiene un primer nombre muy raro y que no me he aprendido, y correr hacia la pequeña casita, cercana a la alambrada que separaba el distrito de los bosques, que me pertenecía. Al entrar, fui corriendo hacia la despensa, vacía, exceptuando la botella de agua que cogí, aunque yo sabía perfectamente eso, ya que antes de irme la última vez, di toda la comida que había comprado a un orfanato. Ese día no me apetecía en absoluto ir a la carnicería, sería lo de siempre, la mitad de las personas allí mirándome asombrados y otros fulminándome con la mirada. Vale, conocía el “Reinado Del Terror” de mi abuelo, pero, ¿Qué culpa tenía una niña de nueve años? Suspiré en cuanto ese pensamiento se apoderó de mi cabeza, y entonces tomé unos cuantos cuchillos carniceros y un morral, en el que perfectamente podrían caber unos cuantos pavos silvestres, algunas ardillas, y varios conejos, lo que usualmente conseguía cada vez que me internaba en el bosque.
Salí de mi casa, sonriendo a la nada, y me encaminé a la alambrada, con paso ligero, no tenía prisa y tampoco me preocupaba que alguien me atrapase, tenía permitidas muchas cosas que el resto de los habitantes de mi nación, Panem, no. Pronto pasé por debajo de la alambrada, sin esforzarme mucho, debido a mi tamaño, el correcto para una infanta, y me adentré en el maravilloso bosque que rodeaba al distrito. Iba allí desde los seis años, y ya conocía a la perfección aquel laberinto verde, por lo que rápidamente fui hacia donde sabía que me encontraría con un sinnúmero de posibles presas, pero me llevé una gran sorpresa, al ver a un niño, de mi edad o menor, forcejeando con un árbol joven y una cuerda, me acerqué, con lentitud, mientras le apuntaba con el cuchillo, la verdad es que todos decían que poseía una puntería excepcional, pero no quería arriesgarme, mientras más cerca estuviera de él, mejor.
—¿Quién eres? —exigí saber, el chico levantó rápidamente la mirada, y me topé con unos preciosos ojos grises, que hacían un hermoso contraste con el cabello oscuro de él.
—G-Gale…—susurró el moreno, y por su expresión noté que sabía quién era yo, y me temía.— G-Gale Ha-Hawthorne…señorita S-Snow.
Sonreí, intentando calmarlo, y guardé mi cuchillo en el morral, junto a sus compañeros, mientras terminaba de acercarme a él y posaba mis dos manos en sus hombros, pude notar que él temblaba, bastante.
—¿Qué haces en el bosque, Gale?
El chico no dejó de temblar, ni mientras me respondía.
—M-Mi familia es pobre. —dijo, tragando saliva— A mi padre no le pagan bien en las minas y mi mamá está esperando a mi hermanito, y cuida a Rory, mi otro hermano.
Sonreí, y le di un toquecito amigable en su cabeza.
—Hey, yo no soy mala. —le dije— No me tengas miedo, no voy a dañarte, ni decirle a los agentes de la paz. —luego dirigí mi vista al árbol y la cuerda— ¿Intentabas hacer esto? —pregunté haciendo que el tronco de este se doblase y se quedara en su sitio, para luego hacer una suerte de trampa, que si un animalito pisaba la cuerda, quedaba colgando del árbol, me lo habían enseñado, una vez que fui de campamento.
Gale asintió un par de veces, y murmuró un agradecimiento, yo volví a sonreír y le pedí que me contase más sobre su vida. Me explica como su infancia no ha sido tal en realidad, como ha buscado por todas partes alguna forma de ayudar a su padre, y cazar…o intentarlo, era lo único que pudo pensar realmente, también me habló del amor que siente por su familia, incluso por ese hermanito que aún no ha nacido. No pude evitar que mi corazón se ablandase al escuchar su historia, todo mientras le enseñaba a crear esa trampa, revise en mi morral, allí siempre llevaba bastante dinero, y ese día no era la excepción. Sonreí.
—Gale, ¿Si te digo que hagas algo, que afectará positivamente a tu familia, lo harías? ¿Sea lo que sea?
—Por supuesto, señorita Snow.
Arrugué un poco la nariz.
—Primero que nada; llámame Némesis, y segundo; Ahora tú y yo vamos a ir a la plaza del distrito y compraremos todo lo que necesite tu familia, yo pago.
Gale intentó protestar, pero yo simplemente lo tomé por el brazo y tiré de él de vuelta al distrito, y, tal como había dicho, compré todo lo que podría hacerle falta a la familia Hawthorne, pero eran tantas cosas que incluso tuve que pagar a un par de hombres para que nos ayudaran a llevar todas las compras. Los padres de Gale estaban estupefactos, tanto por mi presencia por lo que había hecho. Yo solo les dije que podían contar conmigo para lo que necesitasen, y ellos no se negaron. Gale y yo volvimos al bosque, tras decirle a sus padres que acamparíamos, a lo que no se negaron al saber que yo había construido una casita en un árbol hace unos seis meses, precisamente el lugar al que corrimos, ya que estaba anocheciendo. Gale y yo recogimos algunas presas que conseguimos gracias a mis trampas y un par de las suyas, luego hicimos un pequeño fuego, en una cacerola que tenía en la casita del árbol, y cenamos como reyes.
—Gale…—dije, una vez nos íbamos a dormir.
—¿Sí? —me contesto, y en su voz noté el cansancio, mientras que él bostezaba. Sonreí.
—¿Somos amigos?
—Claro que si, Némesis, no seas boba.
Volví a sonreír, y entonces me quedé dormida.
A la mañana siguiente, Gale ya preparaba el desayuno cuando yo me estaba despertando. Hice una pequeña mueca y me acerqué a él, para darle un abrazo y despedirme, ya que ese día debía irme a otro distrito, el trece, que se suponía que ya no existía. Tardé un poco en que mi amigo me dejase marchar, y tuve que prometerle que cada fin de semana nos encontraríamos en esa casita. Sonreí y, rápidamente, irme en un aerodeslizador, ahora personal, el único que existía, al distrito trece.
Me tardé unos cuarenta y cinco minutos, no tenía nada de prisa…aunque quería desayunar, pero, claro, aún no era tiempo, allí hacían todo con horarios.
Pensaba en eso mientras me dirigía a la sala de mando, aunque al parecer fui algo inoportuna, ya que vi a todos los altos cargos interrogando a alguien, un niño, rubio. Me tomó un par de segundos percatarme de que era el chico al que siempre le había contado todo, hasta la existencia de ese lugar, y que era mi mejor amigo, el único en el Capitolio, la capital, obviamente, de Panem, el lugar donde solo residían los privilegiados. Sonreí y, para la sorpresa de todos, corrí en dirección de ese chico, Eros.

Para el final del día ya había resuelto que mi amigo recibiese la misma disciplina y enseñanza militar que yo, ambos seriamos soldados, y acabaríamos con la dictadura de mi abuelo.


Y con Eros
Aquí se puede ver a Némesis con Gale
(imaginen que si es Gale)
















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2 comentarios:

  1. Buen capítulo! Desde luego la historia está mejor escrita, no sé si puedo decirte mucho de la coordinación ya que esto es solo el inicio pero supongo que poco a poco nos vas a ir contando sobre la vida de Némesis. Me gusta estas actitudes de infante no tan infante, el como es consciente de la realidad e intenta ayudar pero sabe que puede hacer muy poco, ese encuentro con Gale ha estado enternecedor, ¿nos mostrarás algo más de ellos? Resulta una historia curiosa a la vez que intrigante, ganas de más.

    ¡Nos vemos pronto y felices fiestas! :D

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    1. ¡Por supuesto...a todo!
      Sobre la vida de Némesis; claro, a medida que vaya avanzando la historia se irán descubriendo más y más cosas sobre ella, así como su forma de ser...aunque creo que ya te has hecho una idea bastante acertada.
      Ahora, hablando de Gale y ella, sí, ahora que tengo más claro como ir desarrollando esta historia, ya puedo dejar ver cosas sobre la amistad de ellos dos que antes no pude, ya que, siendo sincera, Gale tiene una gran importancia, lo que se verá algo más adelante.
      Ahora, si todo va según lo planeado, para el jueves o viernes estará colgado el siguiente capítulo.
      ¡Hasta pronto, Paula, muchos besos, y disfruta de lo que queda de estas fiestas!

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